Queridos hermanos sacerdotes,

deseo unirme a vosotros con un pensamiento de acompañamiento y de amistad, que espero pueda sosteneros mientras lleváis adelante vuestro ministerio, con su carga de alegrías y fatigas, de esperanzas y de desilusiones. Necesitamos intercambiarnos miradas llenas de cuidado y compasión, aprendiendo de Jesús que miraba así a los apóstoles, sin exigirles una hoja de ruta dictada por el criterio de la eficiencia, sino ofreciendo atenciones y descanso. Así, cuando los apóstoles volvieron de la misión, entusiasmados pero cansados, el Maestro les dijo: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (Mc 6,31).

Pienso en vosotros, en este momento en el que puede haber, junto las actividades de verano, también un poco de descanso después de las fatigas pastorales de los meses pasados. Y quisiera sobre todo renovaros mi agradecimiento: «Gracias por su testimonio, gracias por su servicio; gracias por el mucho bien escondido que hacen, gracias por el perdón y el consuelo que dan en nombre de Dios […]; gracias por su ministerio, que a menudo se realiza en medio de mucho esfuerzo, incomprensiones y poco reconocimiento» (Homilía para la Misa del Crisma, 6 abril 2023).

Por otro lado, nuestro ministerio sacerdotal no se mide sobre los éxitos pastorales (¡el Señor mismo tuvo, con el paso del tiempo, cada vez menos!). En el centro de nuestra vida no está tampoco el frenesí de la actividad, sino permanecer en el Señor para dar fruto (cf. Jn 15). Él es nuestro descanso (cfr Mt 11,28-29). Y la ternura que nos consuela brota de su misericordia, del acoger el “magis” de su gracia, que nos permite ir adelante en el trabajo apostólico, soportar los malogros y los fracasos, de alegrarse con sencillez de corazón, de ser mansos y pacientes, reiniciar y empezar de nuevo siempre, tender la mano a los otros. De hecho, nuestros necesarios “momentos de recarga” no suceden solo cuando descansamos físicamente o espiritualmente, si no también cuando nos abrimos al encuentro fraterno entre nosotros: la fraternidad conforta, ofrece espacios de libertad interior y no nos hace sentirnos solos delante de los desafíos del ministerio.