Hoy venimos a celebrar el paso del tiempo, el trabajo y la amistad. Este es el campo donde Dios sigue trabajando. Es una suerte poder reconocerlo porque hay personas, testigos sembradores, que nos explicáis este secreto de Dios.
La oración no es simplemente decir palabras; es entrar en la amistad de Dios para comunicarnos con Él y poder escucharle entre las realidades en las que vivimos.
Por eso el Padrenuestro no son sólo palabras; es la mano de Jesús para entrar en el corazón de Dios. Ahora cuenta con su Iglesia y, en concreto, con sus sacerdotes que van ocupando este puesto de incorporarse a la oración de Jesús y ofrecerse en la Iglesia sacerdotalmente por el pueblo santo de Dios.
Cada vez que pronunciamos esas palabras estamos poniéndonos en Cristo, injertando nuestra vida en su vida y entrando en su misma oración a través de las cosas que nos pasan y las que pasan a la Iglesia.
En la oración, Cristo ora en nosotros con sus palabras; así están rezando también nuestros hermanos en cada una de ellas. Por eso también os necesitamos de forma especial. Cuando los tiempos se amplían y las jubilaciones llegan, es tiempo de ofrenda. De ofrenda de los achaques, si llegan, o de los éxitos conseguidos y de todo lo nuevo que llega.
Es ahora un tiempo especial de seguir ofreciendo con la nuestra la vida de la comunidad, pues para eso fuimos llamados. ESTE ES TIEMPO DE VIVIR EL SACERDOCIO DESDE LA OFRENDA nueva y renovada, como en otros momentos se ha hecho, pero de otra forma.
1.- La vocación es probablemente un buen marco para situar muchas cosas de lo que Cristo pide ahora. La vocación es un pozo del que en cada momento de la vida hemos sacado fuerzas y agua nueva. Ahora también es momento de volver a ella.
Quizá la vocación recibida y actualizada nos lleva ahora a acoger el ministerio de forma nueva. Como hemos ayudado a otros, ahora es turno de acoger la vida como llega y las nuevas llamadas que ahora hace el Señor. Hemos sido llamados a una obra maravillosa que es contribuir con nuestras frágiles posibilidades a caminar hacia nuestra realización plena en Cristo.
Hoy estamos aquí reunidos en la medida en que efectivamente podemos decir con verdad que nuestra vocación es fecunda. Más allá de los éxitos o los fracasos, siempre tan relativos y tan difíciles de interpretar. Más allá de las inconsecuencias que indudablemente tenemos porque hemos predicado muchas cosas, pero luego no somos capaces de vivir con la misma intensidad. Más allá de los achaques y de las dificultades a encajar lo que llega.
Más allá de todo, queremos hoy celebrar y dar gracias a Dios por tanta coherencia que ha habido en la vida, por la limpieza de corazón que existe, por la misericordia con la que os entregáis a mucha gente, por la generosidad y la humildad de vuestro servicio.
Pasen los años que pasen, siempre Dios ofrece la oportunidad de participar en el único sacrificio de Cristo. Cada paso de la vida tiene sentido y queremos ponerlo por eso en común en este encuentro.
2.-Este es un precioso marco para celebrar el encuentro, para celebrar juntos y dar gracias a Dios con vosotros; la diócesis se alegra, hace fiesta y os agradece. Sí, es necesario hacer memoria; en una cultura presentista en la que vivimos, donde el pasado no cuenta y el futuro no existe, arriesgamos quedarnos sin raíces y sin historia, queremos reivindicar el pasado, la historia de la que habéis sido protagonistas. Sois la memoria de nuestra diócesis, que hoy podemos seguir construyendo junto con vosotros caminando por veredas que vosotros ya iniciasteis. En ellas seguís de otra forma.
Formáis parte de este camino que tiene futuro. Sois parte de una aventura de servicio y disponibilidad para la misión que vosotros habéis vivido con ilusión y esperanza sin regatear esfuerzos. Ella es memoria de vuestra historia vivida con Dios.
Quisiera pediros que enseñéis a los jóvenes seminaristas y presbíteros vuestra historia de pastores y que les transmitáis como herencia vuestra larga experiencia de vida y de fe. No escatiméis en regalar reuniones y encuentros, cafés con los más jóvenes.Que les enseñéis la necesidad de buscar siempre, a veces en medio de oscuridad y dudas, caminos nuevos para anunciar a Jesucristo.
3.- Estamos en un lugar privilegiado para este encuentro precioso, el seminario, donde todos los que vivimos años atrás y los que viven en este momento reconocemos como un espacio lleno de los recuerdos más entrañables y profundos de nuestra existencia sacerdotal: el Señor se nos fue haciendo presente y nos fue transformando en servidores de su Iglesia.
Pero no quiero hablar solo en pasado; deseo hablar también en presente. Vuestro sacerdocio es un don del Espíritu para construir y servir a la comunidad, al pueblo de Dios. Ungidos para ser enviados, para estar siempre en misión.
El ser sacerdotal, el ser discípulo-misionero que os constituyó la imposición de las manos del obispo, no es temporal, dura para siempre. Dios que os consagró os sigue sosteniendo. Porque la misión no es un añadido temporal por unos años a la llamada. Forma parte esencial y perenne de ella. Por la unción nos identificamos con Aquel que llama y envía a su viña, nos sitúa en un compromiso con la persona del Señor.
Compromete toda la persona del enviado y le dispone para una disponibilidad sin límites de tiempo y lugar para acoger la voluntad de Dios, como Jesús, el enviado del Padre para hacer su voluntad.
La misión del sacerdote dura siempre, como su carácter sacramental; no confundamos la eficacia mundana con los frutos de que habla el Evangelio.
Jesús nos salvó también por sus treinta años de vida oculta en Nazaret. Vuestro obispo cuenta con todos y cada uno para la evangelización de esta parcela de la Iglesia de Madrid; vuestras vidas sacerdotales ofrecidas en oblación perenne, vuestra fe que robustece la esperanza a la que hemos sido llamados, forman parte de la tarea pastoral confiada al presbiterio en esta diócesis.
Necesito vuestra memoria, vuestra oración y vuestra entrega. No tanto los éxitos pastorales de ahora. Ni el mucho hacer.
Manteneos al tanto de los afanes de la diócesis, sintiéndoos parte de ella, constructores de este cuerpo eclesial enviado a evangelizar en Madrid; no os situéis al margen, despreocupados o indiferentes a sus gozos y esperanzas.
Comprendo bien que esto requiere un compromiso de parte de las generaciones más jóvenes y de las estructuras de la diócesis para mantener la comunión, la información y las relaciones con vosotros allí donde viváis.
Que Dios nos ayude, agradecidos en este día en el que celebramos que somos curas mayores, presbíteros en todo su sentido. Que Cristo sea nuestra fuente, fuente del sacerdocio de la Iglesia, del sacerdocio de los laicos, del sacerdocio también de los curas y nuestro; y que Él nos siga bendiciendo, acompañando y también purificando para responder a esa misión común de entregarnos con verdad al ministerio que se nos ha dado. Ahora de forma nueva.
Gracias de nuevo por vuestra fidelidad al Señor que os consagró con el óleo santo y os envió a servir a esta Iglesia que peregrina en Madrid; gracias por el servicio que ejercéis juntos en sinodalidad con todo el presbiterio de esta diócesis y con el pueblo de Dios que agradece vuestras vidas y se une en este día a vuestra acción de gracias.
+ Jose Cobo